Vivimos en una sociedad en la que la imagen lo es todo. Sólo hay que
encender la televisión, a cualquier hora del día, para darse cuenta de que lo
que importa es tener una imagen acorde con el ideal de belleza imperante.
Dejando de lado el hecho de que prime más el aspecto físico que la
cualificación profesional o los estudios de una persona, lo que me parece
inaceptable es el mensaje que le estamos dando a los más jóvenes: lo que
importa es ser bello.
Todos sabemos que los cánones de belleza cambian con el paso del tiempo. Lo que era bello
hace 200 años ahora no lo es y pasará lo mismo con nuestros referentes
actuales. La cuestión es que nunca antes, hasta la fecha, había existido una
presión social tan grande por entrar dentro de lo que se considera el ideal de
belleza actual. Los medios de comunicación, las películas y series o cualquier
tipo de anuncio publicitario nos recuerdan, insistentemente, que el éxito está
reservado para los jóvenes y los delgados pero ¿qué pasa cuando no entras dentro
de esos cánones de belleza? ¿Nos repercute en nuestro día a día? La respuesta
es sí.
Vivimos en una sociedad consumista y, como tal, disfrutamos yendo de
compras. El acto de ir de compras tiene muchas lecturas. Primero, compramos
porque tenemos una necesidad (o nos la han generado, a saber) y segundo,
compramos por el placer que nos implica hacerlo (sociedad consumista, ya
sabéis). El problema viene cuando tienes una necesidad (todos necesitamos ropa,
se puede vivir sin muchas cosas pero, a no ser que seas nudista o algo parecido,
vas a necesitar ropa) y te ves imposibilitado para satisfacerla porque no
encuentras ropa de tu talla. Por desgracia, no os podéis hacer una idea de lo
mucho que pasa eso.
No hay más que darse una vuelta por las franquicias de ropa más populares
para darse cuenta que es casi imposible encontrar algo más grande de la talla
44. Si encima sabemos que, muchas veces, una talla 44 es en realidad una 42 o
una 40 lo que nos queda meridianamente claro es que cualquier persona con
sobrepeso u obesa lo va a tener realmente complicado para comprar ropa en
cualquiera de esas tiendas así que la pregunta que yo me hago es ¿dónde puede
comprar ropa esa gente?
Es cierto que cada vez es más habitual encontrar tiendas que tengan una
sección denominada “tallas grandes” o que tengan prendas con mucha más talla
pero la realidad es que la ropa que puedes encontrar dentro de esas colecciones
a veces no es de un estilo muy juvenil o no es muy variada y, encima, suelen
ser prendas más caras que el resto, con lo que, al final, acabamos castigando
doblemente al que tiene la “desgracia” de estar entrado en carnes: tienes que
recorrer muchas más tiendas para encontrar ropa de tu talla y, cuando la
encuentras, a lo mejor no tienes mucho donde elegir y, encima, vas a tener que
pagar más por ella. Qué estupendo todo ¿verdad?
Pero aún hay más. Si eso te pasa a ti, que eres un adulto con la cabeza en
su sitio y una personalidad formada, te fastidia todo este asunto y, sin
embargo, te resignas porque, más o menos, aceptas tu físico tal y como está y
no le das tanta importancia a la imagen o a lo que pensará el resto de ti.
Pero, imaginaos como puede ser todo esto para un adolescente. Echad la vista
atrás y recordad como eran aquellos años: los miedos, las inseguridades, la
necesidad de aceptación. Tened todo eso presente y ahora pensad en cómo puede
ser la vida de un adolescente con sobrepeso que tiene que lidiar con una
sociedad que le dice que su físico no es válido, sociedad que se empeña en
recordárselo hasta en el momento en que quiere comprarse algo de ropa.
A priori, la solución no parece muy difícil: con obligar, por ley, a las
tiendas a incluir tallas más grandes en todas sus colecciones, aparentemente,
el problema estaría solucionado. La cuestión es que no sería más que un parche porque
el problema seguiría estando ahí, de fondo. Y el problema seguirá ahí mientras
que decir que alguien está delgado, es positivo y decir que alguien está gordo,
es un insulto. Eso sólo se consigue a base de educación, concienciación e
implicación de todos los agentes sociales pero, mientras alguien competente
decide que ha llegado el momento de tomar cartas en el asunto, habrá un montón
de personas para las que algo tan cotidiano como ir a comprar ropa será un
drama.
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